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Liga profesional
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Domingo, 3 de octubre de 2021
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Boca no fue Boca: los cambios y la falta de reacción  Fue el punto de quiebre. La expulsión de Rojo, en efecto, cambió/condicionó el partido. Pero el debate futbolero excede esa polémica. Porque Boca, ni antes ni después, fue Boca. No fue el mismo en espíritu, cuerpo y alma que había eliminado a River de la Copa de la Liga y de la Copa Argentina, aquellas veces con más guapeza que juego, con más compromiso que fútbol, en ambas por penales pero siempre poniendo incómodo a su rival. Y tampoco fue el que venía siendo con Battaglia, más decidido, más protagonista, más ambicioso.
Que se haya quedado con uno menos a los 15 minutos es un atenuante. No una justificación para lo que vino después. Boca, más allá de lo que explicó Battaglia, no sólo modificó parte de su propia identidad en el Monumental. Nunca reaccionó, jamás tuvo un plan que lo acercara al empate y ahí mismo, en esos diez minutos que unieron la expulsión de Rojo con el primer gol de Álvarez, marcó cuál iba a ser su postura: aguantar, resistir, sobrevivir... Y luego del 0-2, evitar la goleada en contra.
Battaglia mostró esa carta con la salida de Cardona para reacomodar el fondo. Valen dos preguntas para un mismo boletín: ¿era el colombiano, con su capacidad para la pelota parada y para alguna pelota en cortada, el que debía salir? ¿No era mejor reamar el medio con Pavón, Campuzano, Cardona y Almendra, con Orsini de punta, para no resignar tenencia ni ataque? Y de yapa: ¿por qué Zambrano y no el sólido Licha López, si igual Izquierdoz iba a correrse de segundo central? El DT, en esos cambios, pareció escaparle a la lógica.
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03/10/2021 21:08
OléEquiposBoca
Actualizado al 03/10/2021 21:08
Fue el punto de quiebre. La expulsión de Rojo, en efecto, cambió/condicionó el partido. Pero el debate futbolero excede esa polémica. Porque Boca, ni antes ni después, fue Boca. No fue el mismo en espíritu, cuerpo y alma que había eliminado a River de la Copa de la Liga y de la Copa Argentina, aquellas veces con más guapeza que juego, con más compromiso que fútbol, en ambas por penales pero siempre poniendo incómodo a su rival. Y tampoco fue el que venía siendo con Battaglia, más decidido, más protagonista, más ambicioso.
Que se haya quedado con uno menos a los 15 minutos es un atenuante. No una justificación para lo que vino después. Boca, más allá de lo que explicó Battaglia, no sólo modificó parte de su propia identidad en el Monumental. Nunca reaccionó, jamás tuvo un plan que lo acercara al empate y ahí mismo, en esos diez minutos que unieron la expulsión de Rojo con el primer gol de Álvarez, marcó cuál iba a ser su postura: aguantar, resistir, sobrevivir... Y luego del 0-2, evitar la goleada en contra.
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Battaglia mostró esa carta con la salida de Cardona para reacomodar el fondo. Valen dos preguntas para un mismo boletín: ¿era el colombiano, con su capacidad para la pelota parada y para alguna pelota en cortada, el que debía salir? ¿No era mejor reamar el medio con Pavón, Campuzano, Cardona y Almendra, con Orsini de punta, para no resignar tenencia ni ataque? Y de yapa: ¿por qué Zambrano y no el sólido Licha López, si igual Izquierdoz iba a correrse de segundo central? El DT, en esos cambios, pareció escaparle a la lógica.
Lo que siguió después, incluso, fue rectificar, acaso recomponer. La salida del Pulpo González para que entre Medina y de Almendra para el ingreso de Rolón, expuso el mal armado inicial. Sin Cardona y sin AA, ahí sí, Boca se terminó de quedar sin juego, sin generación, sin esperanza. La prueba fue que casi no pisó el área de River hasta el gol de Zambrano en el descuento. Jugar con diez, en efecto, tampoco explica esa actitud conservadora. Sólo tenía uno menos. No tres.
El primer golpe de la era Battaglia, así, deja varios efectos colaterales. El DT terminó por desarmar todo lo que había pensado (tampoco le salió apostar a los grandes sobre los pibes: hoy no hay diferencias entre ellos) y el impacto va más allá del resultado, obliga a replanteos, deja lecciones. Porque Boca perdió más que un Súper. Perdió una línea de juego que había construido, dejó deudas de juego y actitud y se la terminó pegando de frente. Justo ahí, donde más duele. Y contra el rival que más duele.
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